Búsqueda de los orígenes del SARS-CoV-2: confianza vs a evidencia

Búsqueda de los orígenes del SARS-CoV-2: confianza vs a evidencia

Búsqueda de los orígenes del SARS-CoV-2: confianza vs a evidencia 509 339 Constanza Armas

Traducción libre de The Lancet

En el editorial de The Lancet de julio de 2022, titulado Búsqueda de los orígenes del SRAS-CoV-2: la saga continúa, escribían: «Para descubrir el origen de un brote debemos avanzar sin ideas preconcebidas, siguiendo a donde nos lleven las pruebas«. El mes pasado, varios medios de comunicación informaron de que dos organismos estadounidenses que investigan los orígenes del SRAS-CoV-2, el Departamento de Energía y la Oficina Federal de Investigación (FBI), disponían de información que sugería que la pandemia de COVID-19 se había producido a raíz de una fuga en un laboratorio. Con la actual tecnología de edición del genoma es fácil manipular un virus en un laboratorio, pero es mucho más fácil manipular la opinión pública con lenguaje político.

Dado el alcance de la pandemia del COVID-19, es comprensible que las actualizaciones en la investigación sobre el origen del SARS-CoV-2 susciten un amplio interés público. En 2021, el Departamento de Energía de EE.UU. no favorecía ninguna hipótesis sobre los orígenes del SARS-CoV-2 pero, en marzo de 2023, esta postura cambió y la agencia gubernamental actualizó su posición para favorecer con «baja confianza» que el virus se originó en un laboratorio en China. El FBI está de acuerdo con la hipótesis del laboratorio con «confianza moderada«. Este lenguaje -es decir, la escala de confianza poco clara, sin cuantificar y sin fundamento- es ambiguo y poco útil. Las proclamas que acaparan titulares no han sido respaldadas por ningún dato publicado recientemente y los informes en los que se basan siguen siendo clasificados, lo que resulta irónico dada la desaprobación que Estados Unidos ha expresado por la falta de transparencia de China.

Las pruebas revisadas por expertos a disposición del público apuntan a la hipótesis de que el SRAS-CoV-2 surgió como resultado de la propagación a los humanos de un origen natural. Un análisis geoespacial informa que 155 casos tempranos de COVID-19 de la provincia de Hubei, China, en diciembre de 2019, se agruparon significativamente alrededor de un mercado de alimentos en Wuhan, China. Muchos estudios genómicos informan que el SARS-CoV-2 tiene diferencias de nucleótidos que solo podrían haber surgido a través de la selección natural y tales diferencias están distribuidas uniformemente en todo el genoma. Los estudios filogenéticos mapean estos cambios nucleotídicos y sugieren que no han divergido del coronavirus de murciélago RaTG13 que se investigaba en el Instituto de Virología de Wuhan, lo que sugiere que es poco probable que el SARS-CoV-2 surgiera como resultado de esta investigación y que, en cambio, compartieran un ancestro común. En conjunto, estos hallazgos apoyan la hipótesis de que el SARS-CoV-2 fue el resultado de una circulación enzoótica antes de propagarse a las personas.

Puede que nunca se establezca con exactitud cuándo y cómo el SARS-CoV-2 entró en la población humana, sobre todo si las muestras de los animales del mercado siguen sin analizarse. Pero, si surgieran pruebas irrefutables a favor de una u otra hipótesis, ¿qué cambiaría en términos de protección de la salud humana en el futuro?

Las sugerencias de que conocer el origen exacto del SARS-CoV-2 ayudaría a prevenir la próxima pandemia son dudosas, dada la dificultad de predecir qué patógeno desconocido emergerá como la próxima amenaza. Otra sugerencia de que conocer el origen proporcionará cierta curación a las personas que se vieron afectadas por la pandemia de COVID-19 tiene más peso, pero en última instancia no revertirá la pérdida que muchas personas experimentaron. Una base de pruebas que apoyara la hipótesis del laboratorio podría dar lugar a normativas más estrictas para la investigación de biorriesgos, y una base de pruebas que apoyara la hipótesis natural podría dar lugar a una vigilancia más estricta de la interfaz humano-animal. Ambas medidas de salud pública deberían estar ya en vigor y se están revisando ahora tras la pandemia de COVID-19.

El debate sobre las hipótesis recuerda a las discusiones sobre los orígenes del VIH. A finales de los años ochenta y noventa, la hipótesis, ahora desmentida, de que un lote de la vacuna oral contra la polio introdujo el VIH acaparó la atención de los medios de comunicación, pero finalmente fue refutada tras la publicación de numerosos estudios genómicos y filogenéticos sólidos. Hay una diferencia clave entre la búsqueda de los orígenes del VIH y del SARS-CoV-2. Cuando surgió el VIH/SIDA, el virus afectaba a un sector de la población y fue necesario el activismo público para incluir el SIDA en las agendas políticas. Ese activismo no es necesario en el caso del COVID-19, que está tan arraigado en la política y los medios de comunicación que se están redactando informes de inteligencia gubernamentales que se comunican parcialmente al público. Sin embargo, una lección que ofrece la epidemia de VIH/SIDA es que para establecer el origen de un patógeno se necesitan muchos estudios a lo largo de un periodo de tiempo; después, una vez que se reúne una amplia base de pruebas y se puede interpretar objetivamente, se puede llegar finalmente a un consenso. En el caso del SRAS-CoV-2 es difícil que se llegue a ese consenso si se sigue transmitiendo al público una retórica vacía que no presenta datos informativos.