ABC COVID-19

Información general

COVID-19

¿Qué es el SARS-CoV-2 ?

Es el nombre que los científicos le han dado a la enfermedad que las personas desarrollan al infectarse con el SARS-CoV-2. El SARS-CoV-2 es una nueva cepa de coronavirus que no ‎se había identificado previamente en los seres humanos antes de que se notificara el brote en Wuhan (China) ‎en diciembre de 2019.‎

Los coronavirus (CoV), en general, son una amplia familia de virus que pueden causar diversas afecciones respiratorias, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV).

El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró al COVID-19 como una pandemia por considerarla una epidemia que se extendió a nivel global afectando a un gran número de personas.

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Por esta razón en todos los países se han decretado en diferentes momentos medidas de confinamiento, que han tenido repercusiones importantes en las esferas económicas, sociales, políticas y sanitarias en todo el mundo, afectando especialmente a países de menores recursos y con infraestructura sanitaria de base más deficitaria.

Variantes del coronavirus

De acuerdo a información difundida por la Organización Panamericana de la Salud, las mutaciones son esperables en cualquier propagación de un virus y el coronavirus no es una excepción.

Hasta la fecha, se han conocido internacionalmente algunas variantes que han sido catalogadas como “de preocupación” o “de interés” por la OMS, las primeras han motivado un seguimiento más cercano y la implementación de medidas para mitigar su impacto, mientras que las segundas son estudiadas para conocer su impacto en la salud pública. Recientemente, se nombraron las variantes con nombres de letras griegas para evitar la estigmatización de la población o el país donde fue encontrada. A continuación las listamos:

Alfa (variante de preocupación): encontrada en Reino Unido hacia el último trimestre del año 2020, acaparó la atención de la comunidad científica y del mundo entero, ya que se supo que transmitía más rápidamente.

Beta (variante de preocupación): esta variante fue identificada en Sudáfrica, en mayo de 2020, y despertó la preocupación debido a la potencial capacidad del virus de esquivar las vacunas disponibles.

Gama (variante de preocupación): se conoció la existencia de esta variante cuando fue identificada en Japón, en enero de 2021, en cuatro personas procedentes de Brasil. Esta variante se extendió por toda América Latina y originó una segunda ola devastadora en la región.

Delta (variante de preocupación): identificada inicialmente en India, en julio de 2021 ya se ha diseminado por todos los continentes y ha significado el retorno de algunas medidas de protección para detener su diseminación, como el uso de mascarillas o restricciones de eventos multitudinarios. Las vacunas mostraron una menor eficacia frente a esta nueva variante, pero mantienen su protección frente a casos severos y muerte.

Ómicron (variante de preocupación) detectada el 24 de noviembre de 2021 en Sudáfrica. Esta variante presenta un gran número de mutaciones, algunas de las cuales son preocupantes. Las pruebas preliminares sugieren un mayor riesgo de reinfección, en comparación con otras variantes preocupantes como la Delta. Para prevenirla se debe mantener las medidas conocidas como evitar lugares muy concurridos,  el distanciamiento social, la higiene de las manos, la ventilación de los espacios interiores y la vacunación.

Épsilon, zeta, eta, theta, iota, kappa, lambda (variantes de interés): identificadas en diversos países de América Latina, así como en India y Filipinas, se prevé su diseminación por todo el mundo. Son variantes de interés porque podrían presentar un riesgo para la salud pública.

Vías de transmisión

El COVID-19 se transmite de persona a persona, principalmente por dos vías.

Vía directa

La directa refiere al contacto cercano (menos de 1 metro) de una persona sana, con las gotículas (pequeñas gotas) de saliva que expulsa, por ejemplo, al toser, estornudar o acercarse a una persona infectada, lo que da por resultado la entrada del virus por la nariz, la boca o los ojos. Igualmente, hay evidencia que sugiere que se transmite por el contacto con las heces de las personas infectadas.

Vía indirecta

La vía indirecta tiene que ver con tocar o entrar en contacto con objetos contaminados presentes en el entorno inmediato de la persona infectada. Igualmente, la evidencia arroja que, en determinadas circunstancias y lugares donde se practican procedimientos generadores de aerosoles (PGA) respiratorios, es posible que el virus se transmita por la vía aérea (a través del aire).

COVID-19

La nueva enfermedad pandémica

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¿Cuales son los síntomas?

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Fiebre
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Tos seca
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Cansancio

Los síntomas más habituales del COVID-19 son fiebre, tos seca y cansancio. Otros menos frecuentes que afectan a algunas personas son los dolores y molestias de cuerpo, congestión nasal, dolor de cabeza, conjuntivitis, dolor de garganta, diarrea, pérdida del gusto o el olfato y erupciones cutáneas o cambios de color en los dedos de las manos o los pies. Estos síntomas suelen ser leves y comienzan gradualmente.

Hay que tener presente que algunas personas infectadas con COVID-19 nunca llegan a presentar síntomas (casos asintomáticos); otras pueden tener una afección muy leve (casos paucisintomáticos) de la que se recuperan sin necesidad de tratamiento hospitalario (alrededor del 80% de las personas infectadas se encuentran en este grupo). Los casos graves se presentan en 1 de cada 5 personas infectadas, siendo las poblaciones con el sistema inmune vulnerable las más propensas a tener complicaciones respiratorias. Estos grupos poblacionales son los adultos y adultas mayores, y las que padecen alguna condición crónica subyacente como hipertensión arterial, problemas cardíacos o pulmonares, diabetes o cáncer.

Recomendaciones particulares

Poblaciones vulnerables

Adultos y adultas mayores.

La pandemia del COVID-19 ha resaltado las necesidades y vulnerabilidades que tienen las personas mayores con respecto a su derecho a la salud. Evidenciándose las tasas de mortalidad más altas en personas con comorbilidades y deterioro funcional. En este sentido, si bien para la población en general representa un riesgo de contraer la COVID-19, las personas mayores de 80 años mueren a una tasa cinco veces mayor que la media.

En las Américas es más probable que el cuidado de los adultos mayores se lleve a cabo en el hogar, donde el distanciamiento físico constituye un desafío particular. Incluso antes de la pandemia de la COVID-19, más del 50% de las poblaciones mayores en algunos países de ingresos bajos y medianos carecían de acceso a algunos servicios de salud esenciales, un problema que la pandemia ha exacerbado.

Mujeres víctimas de violencia.

Una situación inédita y dinámica como la pandemia que estamos atravesando puede generar un aumento del estrés en las personas. La perturbación de las redes sociales y de protección, y el menor acceso a los servicios pueden aumentar el riesgo de violencia dentro de los hogares; sobre todo cuando las medidas necesarias para responder al COVID-19 tienen que ver con el distanciamiento social y la mayor permanencia en casa. En los casos de maltrato, los perpetradores pueden valerse de las restricciones implantadas debido a la COVID-19 para ejercer poder y control sobre sus compañeras.

Adicionalmente, en este contexto, es posible que las mujeres tengan menos contacto con sus familiares y amigos que podrían prestarles apoyo y protegerlas de la violencia. Además. Ellas sobrellevan el grueso de la carga dentro de sus hogares, lo que supone el aumento del trabajo de cuidado; y el cierre de las escuelas exacerba aún más esta carga y supone un mayor estrés para ellas.

Así mismo, la interrupción de los medios de vida y la capacidad de subsistencia, incluidos los de las mujeres (muchas de las cuales son trabajadoras asalariadas informales), reduce el acceso a los servicios básicos, lo que aumenta el estrés en las familias y puede agravar los conflictos y la violencia. A medida que disminuyan los recursos, las mujeres pueden estar expuestas a un mayor riesgo de explotación económica.

Igualmente, como se ha visto durante este periodo, es posible que disminuya la prestación de otros servicios, como las líneas telefónicas de ayuda, los centros para la atención de crisis, los albergues, la asistencia jurídica y los servicios de protección, lo que reduce aún más el acceso a los pocos servicios de ayuda que las mujeres que están en una relación de maltrato pueden tener.

Personas privadas de la libertad.

En el caso de las personas privadas de libertad es importante que las autoridades tomen todas las medidas de salud pública pertinentes y se respeten los derechos humanos. Los recintos penitenciarios representan un riesgo para la aparición de brotes de COVID-19 porque es difícil mantener las medidas preventivas y de distanciamiento.

Es por esto que se recomienda establecer un sistema de coordinación actualizado entre los sectores de justicia y sanidad para informar debidamente al personal de los centros de reclusión y velar por que se respeten todos los derechos humanos en esos entornos. Reducir el hacinamiento, aumentar la limpieza, la ventilación y la higiene en esos lugares es primordial para prevenir la entrada del virus o limitar su propagación. Velar por un acceso ininterrumpido a los servicios de salud y las medicaciones para la población carcelaria en general, y en especial para las personas que vive con VIH, tuberculosis y hepatitis B y C.

Personas con enfermedades crónicas.

Aunque se desconoce la causa exacta de los eventos graves asociados al COVID-19 en los pacientes con diabetes, hipertensión, cáncer y otras afecciones de salud, las investigaciones han sugerido que las personas con estos padecimientos pueden tener el sistema inmunológico deteriorado, lo que afectaría su capacidad de curarse rápidamente de este virus.

Personas migrantes.

Por su situación de movilidad, las personas migrantes y refugiadas pueden presentar dificultades para tener acceso a la información sobre medidas de protección frente al COVID-19 y a servicios básicos, descuidando el autocuidado que es clave en este contexto. Por lo que se recomienda evaluar escenarios para la inclusión de todas las personas refugiadas y migrantes dentro de la respuesta al COVID-19, garantizando el acceso a los servicios públicos de salud de manera libre, gratuita y sin discriminación y fortalecer las redes de apoyo comunitario existentes entre las comunidades de hospedaje y de personas refugiadas y migrantes, con especial énfasis en las poblaciones vulnerables.

Los síntomas más habituales del COVID-19 son fiebre, tos seca y cansancio.

¿Cuándo buscar
atención médica?

​El diagnóstico precoz de la infección por COVID-19 puede ser útil para la gestión clínica, el control de brotes y la prevención. Es especialmente importante que se haga una prueba si está experimentando los síntomas mencionado antes, si trabaja en el área de salud, es personal de emergencias o trabajador de servicios alimentarios, o transportista.

Igualmente, si ha estado en contacto cercano con alguien que ha dado positivo en la prueba de COVID-19, ha estado recientemente en una aglomeración de personas donde le fue difícil mantener la distancia social. Se recomienda que espere en su hogar, de 5 a 7 días después de esa exposición inicial, para hacerse una prueba diagnóstica (Tenga presente la normativa nacional y local de su país).

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Formas de diagnóstico

Pruebas moleculares:

La más común se conoce como PCR (siglas en inglés de Reacción en Cadena de la Polimerasa) que es una prueba molecular de diagnóstico directo que debe ser realizada por un especialista de la salud, quien recoge una muestra de material genético en su nariz y/o garganta con un hisopo.

Estas pruebas se utilizan para confirmar una infección activa, por lo general a los pocos días de la exposición y en torno al momento en que presentan los síntomas. Son de alta especificidad, sensibilidad y precocidad, ya que puede detectar el virus en las primeras fases respiratorias.

Pruebas rápidas de antígeno:

Detectan las proteínas del virus (conocidas como antígenos). Las muestras se recogen por la nariz o garganta con un hisopo.

Estas pruebas son más económicas que las de PCR, no requiere un espacio particular para realizarlas y ofrecen los resultados con más rapidez. Estas pruebas funcionan mejor cuando hay más virus circulando en la comunidad y cuando las muestras se toman de una persona que se encuentra en la fase más infecciosa de la enfermedad.

Pruebas de anticuerpos o métodos serológicos:

Detectan los anticuerpos producidos por el organismo humano en respuesta a la infección por COVID-19, generalmente a través de una muestra de sangre. Es decir, reflejan si una persona tuvo la infección en el pasado, aunque no haya tenido síntomas.

Es importante tener en cuenta que las pruebas serológicas no deben utilizarse por sí solas como medio de diagnóstico para identificar casos agudos en la atención clínica o con fines de localización de contactos, la utilidad de esta prueba se centra en investigaciones epidemiológicas y estudios de seroprevalencia, para apoyar los estudios de brotes en curso y para respaldar la evaluación retrospectiva de la tasa de ataque o el tamaño de un brote.